One flew over the cuckoo’s nest
Por Diego
Mantener la calma como estrategia de represión psicológica en One flew over the cuckoo’s nest
One flew over the cuckoo’s nest (1975) es la adaptación cinematográfica dirigida por Miloš Forman de la novela homónima de Ken Kesey (1962). Esta película es protagonizada por Jack Nicholson, en el papel de Randle Patrick McMurphy, y Louise Fletcher, como la enfermera Mildred Ratched. Cabe mencionar que fue grabada en un hospital psiquiátrico real, el Oregon State Hospital, y que fue ganadora de cinco premios Oscar, así como de 6 Globos de Oro.
En el intento por evadir una condena en un campo de trabajo, McMurphy finge actitudes que podrían indicar algún tipo de problema de salud mental, con el objetivo de ser trasladado a un hospital psiquiátrico. Una vez en el hospital trata de aplazar lo más posible su diagnóstico hasta que, en una conversación con uno de los guardias, llega a saber que los procedimientos hospitalarios no son iguales que los carcelarios y que, a diferencia de lo que sucedería en prisión, no será puesto en libertad después de sesenta y ocho días si no se logra probar su culpabilidad o, en este caso, su salud o enfermedad mental. A partir de este momento nuestro protagonista hará todo lo posible por escapar pero también por ayudar a sus compañeros de encierro a que recobren la confianza en sí mismos.
En contraste con la situación de McMurphy, la mayoría de los pacientes del hospital están, o por lo menos así lo fue en un primer momento, internados por voluntad propia y conforme los vamos conociendo, se va delineando una especie de catálogo de los excluidos de la sociedad estadounidense. Lo primero que resulta evidente es que todos los trabajadores de limpieza y la mayoría de los guardias son afroamericanos, además de que en toda la película aparece únicamente un paciente afroamericano. En la novela de Kesey, este elemento es incluso más evidente, la primera línea lo deja muy claro:
“They’re out there. Black boys in white suits up before me to commit sex acts in the hall and get it mopped up before I can catch them.”
Ken Kesey, One flew over the cuckoo’s nest, Signet, New York, 1962, p. 3.
Después encontramos a un nativo americano (el Jefe Bromden) cuyo padre fue un alcohólico, a un personaje de clase media (Dale Harding) aparentemente culto, con una actitud un poco petulante y quien no logra confiar en la fidelidad de su esposa, a un chico tartamudo (Billy Bibbit) y quien padece una tremenda inseguridad, a un adulto con actitudes completamente infantiles (Charlie Cheswick), a un veterano de guerra, y otros múltiples marginados que en algunos se acercan a lo grotesco. McMurphy por su parte, personifica una idea de libertad que podríamos enmarcar con el estereotipo “americana” basada en la voluntad individual, una personalidad extrovertida, la propiedad privada, el consumo de alcohol, tabaco, los juegos de azar y el sexo.
En el hospital los días transcurren en relativa calma. Despertarse temprano, comer el desayuno, tomar la medicación (nadie sabe exactamente qué es lo que están tomando), ejercitaciones en los patios (dominados por los guardias), juegos de mesa y sesiones de terapia grupal donde las participaciones son obligatorias pero deben seguir un protocolo de respeto, al menos por parte de los pacientes. Todo con un trasfondo de música clásica y perfectamente organizado con un cronograma preciso e inamovible que pretende garantizar la seguridad y los derechos de cada uno de los pacientes.
El traslado de McMurphy constituye una ruptura en este orden perfecto y sus acciones detonan una progresiva oposición a la autoridad, representada por la enfermera Mildred Ratched, los guardias y los médicos. Ratched ocupa el espacio de la autoridad moral y ejerce un control sobre los pacientes a través de dinámicas que entremezclan una vaga idea de colectividad y bien común con manipulación emocional que se aprovecha de los problemas y debilidades de los pacientes durante las sesiones grupales para reducir la seguridad en sí mismos y prácticamente despojarlos de su dignidad. Los guardias por su parte representan la autoridad fáctica, la represión a través de la violencia física y el terror de una constante amenaza del castigo con electroshocks. Por último, los doctores representan una autoridad hasta cierto punto benévola, los policías buenos con quienes incluso es posible entablar un diálogo y prácticamente nunca hay dinámicas de confrontación directa.
Frente a estas condiciones, y como estrategia en la lucha contra la autoridad, McMurphy dialoga con los médicos e intenta mantenerlos indecisos sobre su diagnóstico, organiza a los internos enseñándoles el trabajo en equipo y convirtiendo en cualidades las que antes eran aprovechadas como debilidades llegando incluso a vencer a los guardias jugando baloncesto. Sin embargo, frente a Ratched ninguna ocurrencia, iniciativa o provocación parece tener el más mínimo efecto y aun si logra poner a la mayoría de los pacientes de su lado, su autoridad nunca será realmente desestabilizada y por el contrario nuestro protagonista pagará un precio muy alto por su atrevimiento.
En este proceso tienen lugar dos fugas. En la primera McMurphy sube sobre los hombros del jefe para lograr saltar la cerca y secuestra el autobús del hospital con algunos de los pacientes y, después de pasar por Candy al trailer park en el que vive, McMurphy toma un bote y lleva de pesca a algunos de los pacientes. Para segunda, R.P. soborna al guardia nocturno para que Candy y Rose puedan entrar, montar una fiesta navideña con una considerable cantidad de alcohol y posteriormente apoderarse de las llaves para salir por una de las ventanas. Podríamos decir que la primera fuga es una fuga inconsciente y el protagonista es impulsado no por los deseos de escapar sino que lo hace, por un lado, como parte de la estrategia para mantener indecisos a los médicos y por el otro para permitir que sus colegas disfruten de un verdadero paseo. Así mismo, podríamos decir que la segunda fuga, o el intento de, es orquestada de forma consciente e incluso con la intención de ayudar a quien quiera marcharse. Ambas fugas parecen tener un efecto terapéutico mucho más eficiente que los tratamientos recibidos en la clínica ya que al volver de un exitoso día de pesca, los integrantes de la tripulación se notan mucho más confiados y, por un periodo, incluso más felices y, después de pasar la noche con Candy, Billy confronta a Ratched y expresa sus emociones y deseos muy asertivamente, sin tartamudear. Incluso el tocadiscos y el Medication valse que en otros momentos parecía mantener mansos a los internos, son resignificados y se convierte el soundtrack de este momento de rebeldía. Sin embargo, esas pequeñas mejorías se desvanecen apenas Ratched entra en escena, despojando de la poca seguridad infundida por un momento de libertad e incluso llevando a Billy a delatar a McMurphy para posteriormente suicidarse.
La fuga de un nativo americano y un rebelde sin causa
Sin que esta fuera la intención del protagonista, en su primer encuentro incluso de burla de él, con quien entabla una relación más cercana es precisamente quien al parecer tenía menos interés por interactuar con el resto de los internos o el personal médico. En un primer momento el Jefe simplemente le sigue el juego y se divierte complicándoles las cosas a los guardias en el baloncesto. Sin embargo, algunos episodios como la fuga primera fuga, el intento de levantar el mueble de hidromasaje o la votación, terminan por infundir en él un cierto respeto por McMurphy. El momento definitivo llega cuando el Jefe se involucra en una pelea y lo defiende de Washintog, uno de los guardias, acción por la que recibe el mismo castigo, electroshocks, sin haber estado directamente involucrado en el episodio.
Justo cuando están a la espera de su castigo, McMurphy le ofrece un chicle y las primeras palabras del Jefe son “gracias” y “Juicy Fruit”. En ese momento surge una complicidad entre ambos y comienzan a planear una fuga juntos. Desafortunadamente, la amistad no logra continuar en el afuera ya que después de la fiesta navideña en la que, aun con la ventana abierta y con un coche esperando, nadie escapa. McMurphy es llevado a otra sección del hospital y cuando vuelve ya no es el mismo, el Jefe nota una cicatriz que sugiere una lobotomía y toma una decisión. El respeto y aprecio que siente por McMurphy lo impulsan a evitar que su amigo tenga que vivir en esas condiciones y, para liberarlo, lo asfixia con su almohada. Es sólo así que ambos logran fugarse, uno con el plan de la ventana y el otro con la muerte.