De Restituire la soggettività como pretexto para otras reflexiones
Por Mariana
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Lo que hace Rovatti a través de preguntas de sus alumnos y alumnas, intervenciones otras y sus reflexiones personales, es desarrollar ideas sobre Basaglia detonadas por palabras como: sujeto, poder, fenomenología, revolución, etc. Lo que estoy intentando hacer yo es introducir, a modo de comentarios al texto, algunas reflexiones mías, otras que hemos hecho colectivamente y otras más extraídas de textos como el de Foot (los primeros tres capítulos que nos invitaron a leer Laura y Alonso) y la película que subtituló Clara C’era una volta la città dei matti.
Al inicio de su texto, Rovatti hace una cronología muy general (por décadas) que le sirve de guía para ir desarrollando los temas y creo que está bien tenerla en mente para contextualizar, la introduzco aquí con algunas notas extra que desarrollaré más en el resto del cuerpo del texto:
50 – Etapa de formación, Basaglia se dedica a desarrollar textos. Rovatti señala que además de acudir a textos sobre psiquiatría, Basaglia leía mucha filosofía, lo cual es sumamente importante para el desarrollo de sus prácticas posteriores. Su pensamiento, además de tener una entonación fenomenológica, está permeado de teoría marxista (fundamental la lucha de clases en todo su discurso) y la idea sobre la exclusión. Rovatti todo el tiempo resalta que, a pesar de esa formación, el pensamiento de Basaglia no está basado únicamente en textos, sino desarrollado a partir de la práctica.
60 – Director en el manicomio de Gorizia. Basaglia estuvo en una cárcel fascista en Venecia seis meses en el 44 y surge en él la inquietud sobre las similitudes entre las cárceles y los manicomios (“Ritrovava l’odore «di morte, di merda»”, lo cita Foot). Es invitado a Trieste por Michele Zanetti, lo que quería en cambio era llegar a Bolonia. En realidad, pocos en Italia eran los interesados para este momento en el trabajo de Basaglia porque el tema de los manicomios no figuraba en la agenda de ningún partido ni colectivo; sin embargo, Foot menciona que desde la mitad de la década de los 60 ya comenzaban pequeños movimientos en Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Escocia que cuestionaban la psiquiatría. Basaglia viajaba mucho y si no podía acudir iba alguien de su equipo con la intención de conocer la mayor cantidad de experiencias y textos producidos al respecto, incluso pedía traducciones de los escritos que no estaban en italiano. Foot menciona intercambios con Maxwell Jones (Escocia), quien desarrolló la idea de “comunidad terapéutica” (Foot sólo menciona -en esta parte- su nombre, tengo que leer más sobre este hombre porque me suena interesante lo que plantea…). También menciona los intercambios que tuvo con David Cooper y Ronald Laing en Reino Unido quienes a mitad de la década anterior habían llevado a cabo la experimentación de “la stanza dei giochi” en Escocia: una habitación “más acogedora” (Foot) en donde los pacientes más graves eran transferidos. Dicha experiencia está contenida en L’io diviso, un ensayo de Laing donde habla sobre el lenguaje de la esquizofrenia y plantea que, justamente, porque existe un lenguaje, existe la posibilidad también de comprender. También Cooper, ya en los 60, dirigió una división al aire libre en Londres, experiencia que narró en Psichiatria e antipsichiatria.
Foot subraya que tanto Cooper y Laing como Jones, criticaban la psiquiatría e intentaban modificarla desde dentro de la institución, sin embargo también menciona algunas experiencias “extra-institucionales”, como las llama él, de entre las cuales está la que se llevó a cabo en Kingsley Hall –poquito sobre el edificio– (Londres entre 1965 y 1970) en donde Laing propuso la creación de un espacio completamente nuevo que pudiera ser una alternativa a los hospitales psiquiátricos clásicos: las personas podían entrar y salir del edificio y no les eran suministrados medicamentos; me encontré un artículo en el que afirman: “Kingsley Hall es vista por la institución médica ahora como una idea peligrosa, pero en aquel entonces formaba parte de un gran movimiento social dentro del cual nociones como autoridad, familia, sexualidad y enfermedad estaban siendo cuestionadas” (esta es una traducción apresurada mía del inglés). Sobre experiencias radicales, Foot también menciona que hubo algunas dentro del sistema de salud mental en Francia, sin embargo, no expone más detalles.
70 – Tiempo en Trieste, cierra el manicomio (casi todos los internos habían sido ya dados de alta). Sale la ley 180 aboliendo la 1904 que estaba basada en la noción de peligro social: el poder judicial decidía quién era internado en los manicomios. En la ley 180 se contempla que quienes entran al manicomio no pueden perder sus derechos civiles: discurso sobre el sujeto.
79 – Conferencias en Brasil.
Al comenzar el texto, Rovatti se pregunta si la experiencia de Basaglia es anti-psiquiátrica o anti-institucional; la primera estaría centrada en el campo del conocimiento y sería como negar la existencia de la enfermedad mental y afirmar que por lo tanto la psiquiatría no tiene cabida. Este término se utilizó mucho para definir a quienes iniciaban experiencias como la de Basaglia sobre todo entre las décadas 60 y 70, Foot también habla sobre este término y recuerda que de entre quienes se identificaron con el concepto surgieron muchas propuestas y posturas, desde quienes negaban absolutamente la enfermedad hasta quienes proponían la radicalización de la psiquiatría a favor de los enfermos para cambiar los métodos, sin embargo, señala Foot, posteriormente se abrió un debate sobre el uso del término “antipsiquiatría” y muchos se deslindaron de él o cambiaron sus planteamientos, incluso fue entendido como insulto años después, pero que para Foot entender la antipsiquiatría únicamente como negación de la enfermedad, sería simplificar demasiado e incluso negar u olvidar los procesos históricos y acciones llevadas a cabo bajo dicho concepto.
La segunda (anti-institución), dice Rovatti, sería tirar los muros de las instituciones, abolir el manicomio. Par Rovatti el uso de este término podría reducirse únicamente a la acción desvinculada del cierre de los manicomios sin tener en cuenta todos los factores que atraviesan las prácticas sociales y políticas con respecto a los internos. Como ninguna de esas perspectivas le parecen adecuadas, propone hablar sobre la des-institucionalización tanto de los manicomios como de otras instituciones totalizadoras. La acción no implicaría así únicamente la destrucción o la negación de algo, sino la reflexión sobre cómo están funcionando esas instituciones, quiénes son los actores, cómo son las prácticas, etc. Me imagino la acción de desmenuzar, observando críticamente cada filamento; al desmenuzar además modificas la forma inicial, sin embargo, las partes siguen existiendo. Es por ello que el análisis marxista también es fundamental para la práctica de Basaglia.
La elección por el término “des-institucionalizar” de Rovatti, tiene que ver, me parece, con el discurso sobre la revolución. La revolución no puede disminuirse a un momento puntual o a un hecho, debe consistir en una serie de acciones articuladas y permanentes que impidan la integración o la adaptación de la propuesta al sistema anterior, devolviéndole fuerza a la institución y haciendo parecer que comprenden las exigencias y que están en disposición de cambiar los modos operativos con la finalidad de hacer ver al movimiento, y los agentes de éste, como innecesarios. Por eso no bastaba con la modificación a la ley, no bastaba con abrir el manicomio, aquellas eran acciones que necesariamente debían articularse con otras para que, en primer lugar, no fueran eliminadas o neutralizadas en los siguientes meses y, sobre todo, para garantizar que quienes estaban atravesados por prácticas de violencia y estigmatización mientras estaban dentro del manicomio, no se encontraran con los mismos tratos una vez afuera. No se trataba de revolucionar el manicomio, revolucionar la institución, revolucionar la práctica psiquiátrica o incluso revolucionar el conocimiento, porque el punto no era hacer de Basaglia y su equipo los sujetos de la revolución, una revolución hacia adentro, sino abrir el espacio, desde todos los lugares posibles, para que esos antes internos-objetos-no personas, pudieran atravesar como sujetos nuevamente, agentes. Creo que de ahí también la necesidad de siempre preguntarse “¿qué sigue?, ¿hacia dónde vamos?”, nada puede ser concluyente. Pienso aquí también en las últimas páginas de Marco Cavallo, la fiesta no puede ser el último capítulo, el punto final, porque la apertura del manicomio y la salida a las calles, aunque experiencias felices, logradas, traen consigo también más cuestionamientos, preocupaciones y conflictos que no pueden ser omitidos.
Como veíamos en el texto de Basaglia sobre las instituciones de la violencia que comentamos, la técnica en la psiquiatría puede ser un instrumento de liberación (de la subjetividad) y de opresión, es importante tener en mente siempre esa contradicción. El psiquiatra es el técnico de la institución y como tal es él quien realiza el diagnóstico que delibera si debe internarse un paciente o no, el psiquiatra, como ya había mencionado, tiene un poder a ejercer que media entre lo jurídico y lo médico.
Volviendo al texto de Rovatti, explica que antes (se piensa en la ley 1904) el aislamiento era visto como terapia y tenía una interpretación sobre todo pedagógico-moral (¿ya no?), por lo tanto, estaba atravesada por la idea de la culpa. Por otro lado los enfermos eran aislados como medida preventiva porque eran considerados peligrosos para la sociedad (“quando siano pericolose a sé o agli altri e riescano di pubblico scandalo” en Foot), por lo tanto las prácticas violentas, que además no eran conocidas por nadie que no estuviera dentro, eran consideradas parte de los procedimientos técnicos (naturales/normales/necesarios), por ejemplo el uso de camisas de fuerza y electrochoque, Rovatti aquí narra una manifestación realizada en Parma en 1969 (dentro del “marco” del 68), en la que después de que varios estudiantes de medicina entraron y tomaron el manicomio de Colorno (aquí me encontré unas imágenes), algunos enfermeros y médicos se solidarizaron con la lucha y se unieron saliendo a las calles con camisas de fuerza para mostrar lo que sucedía dentro del manicomio. Rovatti cuenta que algunos incluso se desmayaron al final de la jornada debido a la angustia y la opresión física ejercida por la camisa, lo que sin duda demostró también los efectos físicos y psicológicos de su uso cotidiano dentro de los manicomios. Foot dice que la tortura y los suicidios estaban a la orden del día, completamente normalizados por parte de los trabajadores, quienes, como podemos concluir de la narración de Rovatti, ni siquiera se imaginaban (porque no les importaba) los efectos de sus procedimientos en los cuerpos de los enfermos. Y agrega Foot: para muchos internos la única forma de salir era muriendo.
Rovatti reafirma que la historia de la psiquiatría es la historia contra los enfermos; la historia de todos los recursos y procedimientos técnicos-psiquiátricos de opresión contra los internos (como objetos), y aquí, continuando sobre la línea de los procedimientos de control de los cuerpos, incluyo que Foot señala que el personal de enfermería era seleccionado no tanto por su preparación profesional, sino por su fuerza física y anota que el 70% de los enfermeros en Gorizia pertenecía al sindicato neofascista, lo cual ya nos da una idea de qué tipo de violencia corporal podían ejercer.
Gracias a que muchos procedimientos técnicos sólo eran conocidos dentro de los manicomios y a la concepción del enfermo mental como peligro para la sociedad y por lo tanto atravesado por un discurso moral, los psiquiatras eran considerados prácticamente como los “héroes” que eliminan al mal que perturba la vida de las personas de bien (monumentos, aquí escribí esta palabra porque pensaba en Benjamin –pero debo seguir pensándolo– “Todos aquellos que se hicieron de la victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima de aquellos que hoy yacen en el suelo… No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie” en Tesis sobre la historia).
Si decimos que la historia de la psiquiatría es la historia de los psiquiatras contra los enfermos, Rovatti se pregunta si “la locura” entra dentro de “los enfermos” o se abre entonces un tercer panorama en el cual la pregunta sería: ¿dónde está la historia de la locura? Rovatti menciona que quizá era una pregunta o reflexión secundaria en el pensamiento de Basaglia porque su práctica estaba enfocada en los enfermos y agrega que hay quienes deciden hacer un elogio de la locura o piensan que se puede hacer una práctica de la locura como práctica de vida, pensándola como algo positivo, bello, sin embargo para él eso es una radicalización que lleva a la estetización, por ello más adelante recuerda que Foucault decía que la historia de la locura es la historia de un silencio y que Basaglia decía que no sabía qué era la locura, Rovatti entonces concluye que la historia de la locura es la historia de una extirpación; de un silencio interpretado desde la racionalidad y por lo tanto, nuevamente, la historia de la razón sobre (como “acerca de” y “encima de”) la locura.
El manicomio, volviendo, es por sí mismo reforzador y productor de poder, el director en cuestión puede ejercer todo tipo de acciones y decisiones sobre los internos y su poder sólo se comparte con la autoridad judicial. Se debe desmantelar constantemente la justificación de lo que es necesario en cuanto a prácticas psiquiátricas, eliminando el camino que concluye que algo que ha sucedido a lo largo de los años, por varios periodos, es natural. El ejercicio de la violencia no es necesario, no lleva a la cura y no implica o guía hacia un aprendizaje. Sobre el poder podemos recordar los tipos de relaciones que Basaglia expone en el texto de las instituciones de la violencia y cómo además siempre implican una relación con el poder económico. También las formas en las que la violencia y el poder de ejercerla se delegan desde el pico de la institución hasta los que están en contacto directo con los pacientes. Violencia técnica.
Después de la ley 180 se comienza a pensar en las clínicas psiquiátricas con sentido humanista y Rovatti se pregunta si es posible la humanidad dentro de un lugar de confinamiento, señalando que ya de por sí la idea de lo humano es bastante imprecisa… ¿la amistad es posible? También pone en página el cuestionamiento sobre la empatía porque si se habla de hospitales con sentido humano, piensa que la empatía tendría que imperar; sin embargo, se pregunta si es posible enseñar la empatía y concluye que más bien el término tendría que ser suspendido para entender realmente qué tipos de relaciones otras serían posibles. Yo pienso que tiene que ver también con el planteamiento de que la empatía sólo es posible entre personas de la misma clase social. Antes, al momento de ser internadas, las personas se convertían en cosas, objetos de estudio, ahora se plantea un discurso sobre el sujeto, y eso no debe perderse; sin embargo, es necesario hallar un equilibrio entre la distancia y la proximidad y aquí entra un poco la reflexión sobre la revolución, es decir, no basta sólo con tirar los muros, eliminar a los psiquiatras o negar la enfermedad. Quizá también hablar sobre “manicomios con trato humanizado” u “hospitales psiquiátricos” son nombres que se crean para que no suene tan terrible que existan y calmar un poco las aguas (siguiendo con la idea de que el barco se hunde), pero se corre el riesgo de que la acción se quede sólo en eso: un cambio de nombre para una institución que conserva las mismas prácticas y que opera igualmente bajo el ejercicio de poder y violencias. O, lo mismo pero con otro camino, decirle a los enfermos “bueno, ahora soy tu amigo y con eso neutralizo todo lo demás y hacemos como que lo único que necesitabas era una amistad y no políticas públicas, estructurales que te permitan ser”.
En efecto hay una crisis en la psiquiatría, pero es una crisis absolutamente ligada a la crisis del mandato social asignado a la psiquiatría (poder) y por lo tanto sobre el rol de los psiquiatras como intelectuales (técnicos del saber con carga crítica y política).
No basta con tirar los muros ni escribir leyes, se necesita producir los servicios, crear materialmente las condiciones para que quienes son “liberados” de esos muros no se encuentren en otro confinamiento al salir, porque el estigma sobre la enfermedad mental sigue vigente.
¿Qué significa entonces restituir la subjetividad? Como lo que reflexionábamos sobre “dar voz”, no es ir con ellos y entregarles el paquete de subjetividad, no es una cuestión pedagógica porque entonces estaría nuevamente enmarcado bajo la idea de que son objetos a los que hay que modificar o intervenir, ¿cuáles son las condiciones que hacen a un sujeto ser un sujeto?
La palabra “sujeto”, según Rovatti, podría ser como una columna vertebral dentro de las prácticas de Basaglia, quien plantea que la psiquiatría tendría que ser un instrumento para la liberación de la subjetividad. Rovatti, como ya vimos, explica que la psiquiatría fluctuaba entre dos poderes: el judicial y el médico, y que era determinante el diagnóstico que hiciera el psiquiatra en cuestión, en el sentido de que quien era “etiquetado” (es la palabra que usa Rovatti y que vincula con “estigma” para hablar de los modos y efectos del diagnosticar) como loco, era inmediatamente visto como un peligro para la sociedad y por eso debía ser aislado; “cuando se tiene esta identificación, este estigma, el sujeto entra en una especie de noche” (27, Rovatti) y ya ni siquiera se habla de ellos, dice Basaglia, sino sólo de los psiquiatras y las etiquetas que han creado para clasificarlos (incluso dentro de la geografía de los manicomios), o, pensando en Morire di classe, para organizar un inventario: “Llaves, cerraduras, rejas, enfermos hacen parte del mobiliario hospitalario del cual enfermeros y médicos son responsables” (11 pdf). No se habla de ellos y mucho menos se piensa que puedan tener algo que decir, no hay ningún tentativo de leer “las palabras y las necesidades que el enfermo intenta expresar” (32, Rovatti); en todo caso intentaban interpretar los comportamientos a través de la teoría y los enfermos eran vistos como objeto de estudio, instrumentos para seguir desarrollando la historia del conocimiento de la psiquiatría.
Restituir la subjetividad en la práctica implica varios movimientos, uno de ellos sería justamente el intercambio de los factores en la ecuación anterior, en la cual el enfermo es el instrumento de la psiquiatría para seguir escribiendo su historia, transformándose así en la psiquiatría como el instrumento que ayudará al enfermo a comenzar a narrar su historia, y narrar no sólo como expresión verbal: Basaglia buscaba también restituir la importancia a las necesidades sin expresión de los enfermos, y eso era sólo posible dentro de una sociedad distinta, Rovatti señala aquí el utopismo de Basaglia y apunta a L’istituzione negata como el espacio en el que Basaglia articuló el “sueño de una sociedad distinta” (33).
Quizá lo primordial para pensar en la restitución de la subjetividad, es saber que una de condiciones para que el sujeto sea, es que el sujeto debe ser sujeto político. Restituir la subjetividad sería entonces también restituirles derechos, el derecho a la casa, por ejemplo, ¿por qué pensar que si el manicomio desaparece ellos tienen una casa a donde llegar? En la película que subtituló Clara se muestra ese problema, la gente no quería rentar casa a quienes salían del manicomio, en primer lugar, porque existía el prejuicio de que los enfermos iban a destruir/dañar/perjudicar la vida y la imagen del barrio, en segundo lugar, porque cómo los enfermos iban a pagar la renta, pensándolos como objetos, parásitos, incapaces. Aquí también entra un poco la discusión sobre la productividad y el trabajo, los tipos de trabajo; Basaglia se da cuenta de que una cosa es “ofrecerles trabajo” como terapias ocupacionales y que finalmente esos trabajos no los vuelven engranajes para el funcionamiento de la economía, sino que son para mantenerlos ocupados en algo y otra cosa es el trabajo real; había que tener presenta la idea de que al abrir los manicomios, iba a entrar al espacio y a la vida pública un grupo de personas improductivas, Basaglia dice que es necesario hacer saber a la sociedad que también existen las personas improductivas.
Bajo la concepción de la ilustración, que es de donde vienen las prácticas psiquiátricas, una sociedad, para ser civil, debe ser racional, todo lo que no entra en lo racional debe ser eliminado, porque la “civilidad” es lo más deseado y entonces los psiquiatras, como decía antes, son quienes remueven lo malo, lo descompuesto, lo indeseable para que la sociedad se mantenga civilizada. Basaglia dice entonces “una sociedad, para considerarse civil, debe aceptar tanto la razón como la locura” y se pregunta constantemente qué es la locura, porque el nombre “enfermo mental” ya está atravesado por un proceso de diagnóstico, ya hay un conocimiento detrás que puede clasificar la enfermedad mental, sin embargo, la locura abre muchos otros cuestionamientos y posibilidades, ¿quién está loco tiene o no que ver con un sujeto?
Es necesario pensar y repensar la locura, recordando lo que decía Rovatti a través de las reflexiones sobre la locura de Basaglia: la historia de la locura es la historia de un silencio o la historia de la razón hablando sobre ese silencio, nuevamente, entendiendo la preposición “sobre” como “encima de” y como “con respecto a”. La razón como autoridad y poseedora de verdades únicas que por lo tanto puede definir, explicar y narrar algo. Rovatti recuerda que Foucault decía que algo que se le tendría que reconocer a Freud, es que al menos él quiso escuchar ese silencio. ¿Cómo escuchar el silencio? Restituir la subjetividad tendría que ser también abrir la posibilidad para que ese silencio suene y sea escuchado, así como el balbuceo o los sonidos extraños a la palabra verbal. La idea de la comunicación también tendría que mutar y el acto de escuchar tendría que realizarse dejando de entenderse como sinónimo de interpretación filtrada por la razón. Me acuerdo mucho de la mirada en Marco Cavallo, los que únicamente iban a mirar el laboratorio, y cómo la mirada puede ser comunicación, participación, presencia, pero también medio para violentar, juzgar, excluir. Basaglia habla sobre los riesgos de estas instituciones humanizadas o paternalistas, escuchar no es tampoco sólo el acto de permitir que el otro “diga” y, como se dice, asentir amablemente, sino permitir que el otro que dice, diga al mismo nivel de discurso (jerarquía) que quien escucha.
Unas notas extra sobre las locuras que en algún momento trabajaré quizá con los textos sobre Foucault de Marco:
Locura como dimensión existencial presente en todas las personas. No una locura “bella”, que implique, por ejemplo, impulsos artísticos, creativos. Para Basaglia, aceptar que existe y conviven la locura y la cordura, es asumir una responsabilidad: si la locura está en cada uno, no podemos pretender eliminarla, negarla, o verla como algo que no nos corresponde ni nos concierne.
Locura de la razón, la locura del perfeccionamiento técnico (occidental): lager.