Apuntes para una reseña del libro de Marina Guglielmi, Raccontare il manicomio. La macchina narrativa di Basaglia fra parole e immagini
Por Eugenio
Firenze: Franco Cesati Editore, 2018.
“El haber desmantelado el paradigma manicomial usando, antes que nada, la imagen y la narración fue el gesto fundacional que le permitió a Basaglia realizar sus proyectos” (10).[1] Esta es la idea de fondo a partir de la cual se desarrolla el libro de Marina Guglielmi, Raccontare il manicomio. La macchina narrativa di Basaglia fra parole e immagini. Las prácticas de negación y transformación del manicomio, su posterior desmantelamiento, así como la ley que en 1978 sancionó su abolición no habrían sido posibles, afirma Guglielmi, sin un trabajo de “mediación cultural” a través del cual Franco Basaglia y su equipo abrieron las puertas de los hospitales psiquiátricos a una “reciprocidad de la mirada” entre adentro y afuera. “El primer acto por cumplir”, escribe Guglielmi, fue “permitir a los internados experimentar el mundo exterior tanto como al mundo exterior conocer los espacios de la reclusión” (18).[2]
Históricamente, los manicomios se constituyeron como espacios relativamente inaccesibles, en donde se negaban (o filtraban de manera severa) la narración y la visualización de lo que acontecía en su interior. Por ello la operación fundamental de Basaglia consistió en transformar en narración colectiva y compartida lo que socialmente se consideraba como “indecible” (25). A lo largo de dos decenios, las luchas en Gorizia y Trieste se volvieron los centros de irradiación de una multiplicidad de discursos que representaban a los manicomios como instituciones de violencia y destrucción de los enfermos. Esta que fue, por lo tanto, también una lucha cultural le permitió a la “narración de Basaglia” –añadiría yo para abrir la reflexión– volverse hegemónica en Italia hasta, quizás, el día de hoy. La extensión, consistencia y repercusión política de esta hegemonía cultural cuando se habla de lo que representa un manicomio y el internamiento psiquiátrico quedaría por evaluarse e investigarse.
No por nada Guglielmi subraya, y me parece bastante importante, “el efecto centrípeto” de la “máquina narrativa transmedial” de Basaglia: una mirada narrativa desde el interior del manicomio se expande y disemina en múltiples medios y situaciones sociales que la “recogen y la vuelven a poner en círculo” (10). Se producen y difunden documentales para televisión o cine, fototextos, artículos periodísticos, ensayos, relatos testimoniales o ficcionales, etc. Todos abrevarían de la máquina basagliana para propagar sus formaciones discursivas de manera “concéntrica”. De manera incidental, cabría preguntarse por la existencia de posibles movimientos centrífugos, esto es, de narraciones o puntos de vista que, aun partiendo de la lucha de Basaglia, se distancien y entren en tensión con él (creo que esta sería otra dimensión por investigar).
Así el libro de Guglielmi se ocupa de producciones culturales que, a excepción de los textos de Mario Tobino, se mueven en la órbita basagliana traduciendo, profundizando y difundiendo su narración del manicomio. Nos es muy útil como recolección del “archivo” basagliano, mismo que tendríamos que explorar ya nosotros también como archivo compartido.
¿Cómo (y quién) puede narrar el manicomio? En una tipología no tan rigurosa (que confunde el cómo con el quién, no problematizando su imbricación), Guglielmi identifica 3 modos narrativos:
- el relato profesional de quien trabaja en el manicomio “con un papel hegemónico”;
- el relato testimonial de los internos que narran desde una “posición de subalternidad”;
- el relato ficcional de quienes “construyen y reconstruyen” de forma imaginaria los “lugares de la locura” (22).
Por supuesto, nos dice la autora, muy seguido éstos se entrecruzan dando lugar a una “hibridación fecunda”, además de que se expresan en géneros literarios y medios diferentes. Tal división tipológica se plantea al principio del libro, pero en realidad no se profundiza ni mucho menos problematiza a lo largo de los capítulos. De hecho, el libro me parece un conjunto de ensayos, pero sin líneas de articulación consistentes (más allá, por supuesto, del tema general), tanto que la división en dos partes parece a final de cuentas inmotivada, con dos títulos muy generales y, en parte, yuxtaponibles: “Il manicomio raccontato” e “Raccontare gli spazi dall’interno”, separados por un “intermezzo” (¿?) marcocavalliano.
No obstante, más que analizar los límites evidentes de la tipología esbozada por Guglielmi creo que lo interesante sería ver cómo su problematización permite abrir interrogantes para seguir con nuestras investigaciones.
El primer modo narrativo, el del relato profesional, lo constituye en el libro principalmente el del mismo Basaglia. Desde los años 60 sus textos teóricos se relacionan íntimamente con las prácticas transformadoras de su equipo y con su “capacidad organizativa y relacional” (41), desajustando el lugar especialístico del médico como técnico funcionario del poder. En esto el énfasis que Guglielmi pone en el espacio y en sus potencialidades narrativas me parece muy significativo: “Es importante destacar”, escribe, “cómo la transformación de una serie de prácticas psiquiátricas tuvo origen de una transformación de los espacios destinados a la cura. Ya no encarcelamiento, ya no separación, abandono, silencio sino apertura, unión de las divisiones y, por ello, de mundos diferentes, diálogo” (37). Desgraciadamente y a pesar de los propósitos, este punto en el libro se explora sólo de manera esporádica y no sustantiva. Hubiera sido clave para pensar también en la “posicionalidad” de los sujetos de los modos narrativos enlistados y en su transformación. El desajuste, la puesta en crisis de la posición social de los médicos y de los enfermeros frente a los pacientes, ahora considerados como sujetos y no como objetos institucionalizados, la apertura de los espacios, la circulación de los cuerpos y de la palabra, estos movimientos de negación transformadora en ningún momento hacen perder de vista un dato fundamental: la tendencia hacia la horizontalidad no elimina las asimetrías de poder entre personal médico y pacientes. Para Basaglia se trata más bien de redespertar un conflicto de tipo dialéctico, para que los enfermos adquieran conciencia, en tanto que sujetos, de su exclusión social.
Hubiera sido muy interesante analizar las implicaciones espaciales de estos conflictos y dialécticas en los diferentes periodos estudiados, puesto que, además, tales relaciones atraviesan también los materiales de la máquina narrativa analizada por Guglielmi. ¿De qué manera un espacio se abre para que pueda darse el relato testimonial de sujetos “en posición de subalternidad”? Es una de las preguntas de Basaglia y su equipo (que se verán obligados a radicalizar: no puede abrirse el manicomio, hay que destruirlo, de otra manera no resonará nunca realmente la voz del sufrimiento). Es la pregunta, por supuesto, de Scabia y del Laboratorio P. Podría estar en el centro del análisis de I giardini di Abele, documental para la televisión de Sergio Zavoli que desempeñó un papel importantísimo al difundir hacia un público muy amplio la lucha de los médicos y enfermeros de Gorizia y sus pacientes. En I giardini di Abele, ¿de qué manera se abre y se da, incluso formal, cinematográficamente, el relato testimonial?
En todos los textos y videos analizados el segundo modo narrativo está siempre enmarcado, posibilitado y a veces quizás controlado (cuando no obstaculizado) por el de otros sujetos en una posición no-subalterna (el médico, el periodista, el cineasta, el animador teatral, el escritor o la escritora). Lo que quiero decir es que me parece que Guglielmi pierde la ocasión por analizar de qué manera dialogan o entran en conflicto relatos testimoniales o profesionales de sujetos en posiciones de poder asimétricas.[3] La inclusión del enfermo como sujeto de la narración puede darse en diferentes planos, y analizar, por ejemplo, producciones culturales autónomas hubiera sido de gran valor (se menciona el periódico hecho por pacientes “Il picchio”, al parecer estudiado por Foot en su influyente libro: habría que revisarlo).
Termino aquí, por el momento. Intenté más que nada lanzar preguntas o caminos que podríamos seguir nosotros, continuando el muy útil trabajo de introducción hecho por Guglielmi.
Quedaría en suspenso entrar en los detalles de algunos análisis del libro. Uno de los más interesantes me parece el de Morire di classe. Y habría que resumir en breve también su lectura de Marco Cavallo que no me pareció muy trascendente, la verdad, aunque propone una cosita que nos puede interesar. En el caso de algunas de las obras me gustaría leerlas o verlas para luego volver al libro de Guglielmi. Lo podríamos hacer juntxs, de hecho.
Por el momento, voy a preparar de comer. Luego tenemos reunión de traducción, son las 2 p. m.
[1] “L’aver scardinato il paradigma manicomiale usando prima di tutto l’immagine e la narrazione è stato il gesto fondativo che ha permesso a Basaglia di realizzare i suoi progetti”.
[2] Está fea mi traducción: “permettere agli internati di sperimentare il mondo esterno tanto quanto al mondo esterno di conoscere gli spazi della reclusione”.
[3] Cumple, además, un claro error al ilustrar su misma tipología, pues inserta en el segundo modo narrativo las narraciones de Ramondino y Tobino, como si ellos fueran internados y en posición subalterna.