La pecora nera

Por Mariana

“Las rejas sirven para proteger al instituto, el instituto sirve para proteger a los locos, pero los locos, ¿para qué sirven los locos?”, se pregunta Nicola después de haber recordado su vida desde los fabulosos años 60 hasta aquel presente en el que tenía más o menos 35 años viviendo en el hospital psiquiátrico. La Pecora Nera es su historia, la cual, sin embargo, fue escrita y pensada por Ascanio Celestini después de haber entrevistado a varias personas, sobre todo enfermeras y trabajadoras en hospitales psiquiátricos. Antes de convertirse en película, La Pecora Nera fue un libro y una obra de teatro.

Celestini realiza la labor de investigación para este trabajo a partir de la lectura de La institución negada de Franco Basaglia y las implicaciones de la ley 180, centrando su atención en la condición de exclusión en la que vivían los internos y entendiendo que la apertura de los manicomios no sólo significaba un cambio espacial de los hospitales y sus muros, sino la posibilidad de que los internos fueran reintegrados a la vida pública. Celestini narra en una entrevista que para elegir la locación de la película visitó varios hospitales y observó las diferencias entre los de carácter general y aquellos psiquiátricos. Cuenta que le llamó mucho la atención la condición espacial en ambos: en los primeros, los pasillos eran amplios, libres para el tránsito, en cambio los corredores de los segundos eran estrechos, sólo una persona podía caminar a través de ellos y además marcaban con exactitud los caminos para que no existiera la posibilidad del desvío. También cuenta cómo varias enfermeras le aseguraron que las llaves eran el poder. “Clin, clin”, escuchamos la voz de Nicola a lo largo de la película: todas las puertas estaban cerradas, el manicomio era un lugar cerrado, siempre estaba cerrado, simbólicamente y físicamente cerrado en su totalidad.

En la película vemos espacios estrechos, fríos y una insistencia constante a través de la voz en off de Nicola sobre la presencia de las puertas del instituto “clin, clin”, voz que todo el tiempo está narrando su historia a modo de monólogo interno y cíclico. Nicola llegó ahí porque ni su padre ni sus hermanos lo cuidaban, porque su madre era una interna y porque tenía una imaginación muy grande; quizá lo único que necesitaba era alguien que lo acompañara y escuchara, pero después de tantos años dentro del instituto enloqueció, o al menos es la incógnita que deja abierta Celestini.

Una de las críticas que Celestini intenta plantear con este trabajo es hacer ver que padecer alguna enfermedad mental no tiene por qué ser determinante para una persona, en el sentido de que la persona es mucho más que sólo “un loco”. En la película, Nicola tiene una tarea asignada prácticamente como premio por no causar conflictos: ir al supermercado a hacer la despensa; sin embargo, no es una actividad que lo dote de autonomía porque continúa siendo el loco que acompaña a la madre del instituto al supermercado: “se compra sólo lo que está en la lista, es una regla” dice Nicola de memoria. Él no puede decidir cuándo ir ni qué comprar, no tiene dinero: es sólo un loco.