Apuntes sobre la plaza pública
Por Alonso
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En este texto voy a platicarles sobre algunos artículos que encontré que abordan de algún modo el tema de la plaza pública y aportan, a mi parecer, interesantes puntos de reflexión. Debo advertir que haciendo estas lecturas llegué a caer en el temor de estar yéndome demasiado lejos de los temas propuestos por Marco Cavallo, pero creo que de alguna manera estas ideas se pueden reconducir.
El primer texto titulado “The humours of space and power: the development of the urban square in Europe, 1100-2000” hace una especie de estadística, algo limitada, de las formas y usos de las plazas públicas en Europa. Una de las cosas que me parecen más interesantes es que analiza brevemente el origen de las plazas en Europa y halla datos interesantes como el hecho de que, por ejemplo, los distintos vocablos utilizados para denominar este elemento urbano (piazza, plaza, square) datan de más de un siglo después del comienzo de su implementación (en torno al 1400 en Italia). Otro dato interesante que hace evidente es el tipo de relación que la plaza entabla, a partir del 1500 y más o menos hasta el siglo xix, con la idea de realeza, es decir que la arquitectura y el carácter de ciertas plazas (y aquí se refiere sobre todo a grandes plazas, es decir, aquellas determinadas por sus dimensiones) en varias ocasiones tienen la intención de resaltar el lugar jerárquico de monarcas y similares.
Por otro lado, más interesante aún, McCabe subraya que la plaza del renacimiento es en sí un intento por reinstaurar el foro y el ágora de la polis clásica, lo cual le da pie para reflexionar rápidamente sobre algo como la ontología de la plaza y, por añadidura, de la ciudad; pues una de sus afirmaciones es que la ciudad no es, en principio, un conjunto de casas, sino un espacio reservado para las funciones públicas. Es decir que, si bien la plaza (a la manera clásica) no es en principio más que un espacio vacío delimitado por edificios (y el tema de cuáles son los edificios que lo delimitan también es muy interesante), dicho espacio es el elemento determinante de una polis “so the urbs or the polis starts by being just an empty space, the forum, the agora, and all the rest is just a means of fixing that empty space, of limiting its outlines”.
Encuentro muy útil referir por entero la cita de Ortega y Gasset con que McCabe abre su texto:
Griegos y latinos aparecen en la historia alojados, como abejas en su colmena, dentro de urbes, de poleis. Este es un hecho que en estas páginas necesitamos tomar como absoluto y de génesis misteriosa […]. El caso es que la excavación y la arqueología nos permiten ver algo de lo que había en el suelo de Atenas y en el de Roma antes de que Atenas y Roma existiesen. Pero el tránsito de esta prehistoria, puramente rural y sin carácter específico, al brote de la ciudad, fruta de nueva especie que da el suelo de ambas penínsulas, queda arcano: ni siquiera está claro el nexo étnico entre aquellos pueblos protohistóricos y estas extrañas comunidades, que aportan al repertorio humano una gran innovación: la de construir una plaza pública, y en torno una ciudad cerrada al campo. Porque, en efecto, la definición más certera de lo que es la urbe y la polis se parece mucho a la que cómicamente se da del cañón: toma usted un agujero, lo rodea de alambre muy apretado, y eso es un cañón. Pues lo mismo, la urbe o polis comienza por ser un hueco: el foro, el ágora y todo lo demás es pretexto para asegurar este hueco, para delimitar su dintorno. La polis no es, primordialmente, un conjunto de casas habitables, sino un lugar de ayuntamiento civil, un espacio acotado para funciones públicas. La urbe no está hecha, como la cabaña o el domus, para cobijarse de la intemperie y engendrar, que son menesteres privados y familiares, sino para discutir sobre la cosa pública. Nótese que esto significa nada menos que la invención de una nueva clase de espacio, mucho más nueva que el espacio de Einstein. Hasta entonces sólo existía un espacio: el campo, y en él se vivía con todas las consecuencias que esto trae para el ser del hombre. El hombre campesino es todavía un vegetal. Su existencia, cuanto piensa, siente y quiere, conserva la modorra inconsciente en que vive la planta.
Las grandes civilizaciones asiáticas y africanas fueron en este sentido grandes vegetaciones antropomorfas. Pero el grecorromano decide separarse del campo, de la “naturaleza”, del cosmos geobotánico. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puede el hombre retraerse del campo? ¿Dónde irá si el campo es toda la tierra, si es lo ilimitado? Muy sencillo: limitando un trozo de campo mediante unos muros que opongan el espacio incluso y finito al espacio amorfo y sin fin. He aquí la plaza. No es, como la casa, “interior” cerrado por arriba, igual que las cuevas que existen en el campo, sino que es pura y simplemente la negación del campo. La plaza, merced a los muros que la acotan, es un pedazo de campo que se vuelve de espaldas al resto, que prescinde del resto y se opone a él. Este campo menor y rebelde, que practica secesión del campo infinito y se reserva a sí mismo frente a él, es campo abolido y, por lo tanto, un espacio sui generis, novísimo, en que el hombre se liberta de toda comunidad con la planta y el animal, deja a éstos fuera y crea un ámbito aparte, puramente humano. Es el espacio civil. Por eso Sócrates, el gran urbano, triple extracto del jugo que rezuma la polis, dirá: “Yo no tengo que ver con los árboles en el campo; yo sólo tengo que ver con los hombres en la ciudad”. ¿Qué han sabido nunca de esto el hind˙, ni el persa, ni el chino, ni el egipcio? […] Es la república, la politeia, que no se compone de hombres y mujeres, sino de ciudadanos.
Más adelante, McCabe analiza la forma en que la arquitectura de las plazas a lo largo del tiempo ha respondido a sus distintas funciones cívicas. Un ejemplo interesante es el elemento de los monumentos que son incorporados de manera tardía a la morfología de la plaza. En un principio lo común era erigir estatuas de figuras religiosas o “fantásticas”, pero a partir del siglo xvi y sobre todo del xvii se populariza la práctica de erigir monumentos a hombres (y algunas, pocas, mujeres) “ilustres”: “the idea underlying the erection of such statues may be that when the city population takes the air in open spaces it is anticipated that they are likely to be inspired and brought together emotionally by common respect for such men (rarely women).”
Otro elemento tiene que ver específicamente con el diseño arquitectónico mismo de la plaza. Mientras que en la Roma renacentista la plaza se concibe como el espacio para eventos públicos y el término de las procesiones (el ejemplo es la plaza del Campidoglio proyectada por Michelangelo), para la Francia del Barroco en cambio: “the french baroque developed a logical order distinct from the idiosyncrasy of italian style. lewis mumford described french baroque architectonics as ‘an absolutist vocabulary of symmetry, axiality, uniform facades and iconography’ making an impersonal impress of royal order in the civic world.13 space is reduced to ‘measure and order’. the form of the designed city square was felt to epitomize the qualities and aspirations of aristocratic life. this vision proved compelling for several centuries after the 1600s”.
Una conclusión importante que extrae de sus observaciones es el hecho de que: “however that may be, it is clear that public architecture over time mysteriously reflects and affirms principles of social life belonging to each era (which may explain the degradation of modern public spaces)”.
Hacia el final del texto, el autor cierra con esta reflexión:
because we have a physical existence together, our actions are in some way oriented by the space we are given together in which to live: it is not possible to abstract the demands and possibilities of social life from the physical realities of co-existence and in the urban context the square served and serves as a kind of ritual space where the social principle of honour may be fulfilled or remain unfulfilled.
El texto “Piazza e periferia. Spazio e stratificazione sociale a Celano” de Gregory O Smith, llamó mi atención porque desarrolla un estudio de caso a partir de la contraposición entre los dos espacios que, a mi parecer, son fundamentales para entender las ciudades contemporáneas, al menos en Italia. En este texto son mucho menos las observaciones que se puedan rescatar sobre la naturaleza y características de la plaza pública, pero una que me pareció particularmente interesante es la que habla de la plaza como el espacio para mostrarse en público. En el último texto que voy a comentar más adelante, se juega de manera interesante con la polisemia del vocablo público (leído como adjetivo o como sustantivo).
Entonces, en el espacio público hay un ejercicio de la mirada que tiene múltiples implicaciones. La comunidad ahí conglomerada se erige como un público que observa las acciones de los demás. Así, para el caso de estudio específico de Celano, Smith concluye que: “Frequentare la piazza equivale a mettersi in mostra, il che presenta vantaggi ma anche pericoli, in critiche e soprattutto in pettegolezzi, perché la piazza, come la città, ha valenze negative oltre che positive: rappresenta un ambiente urbano, quindi vicino al potere e ai mezzi economici; ma allo stesso tempo manca dei valori genuini che sono propri dei quartieri agricoli del paese e del mondo contadino in genere e quindi e moralmente inferiore”. Es interesante que en este caso de estudio la oposición centro-periferia, coincide en muchos aspectos, según Smith, con la oposición ciudad-campo. Así, la plaza no sólo es el centro de la comunidad, sino que también representa la concreción de “lo urbano” en esta localidad, por lo cual se le asignan también valores morales.
Un aspecto que sólo comento porque excede el asunto específico de la plaza y ocupa toda la última parte del texto, es el fenómeno de la estratificación social que tiene también su dinámica espacial. En palabras pobres, vivir cerca de la plaza se corresponde con una mejor posición socioeconómica, mientras que la periferia se caracteriza, entre otras cosas, por tener menos recursos, pero también por conservar ciertas dinámicas de socialidad típicas del mundo rural (semi-tribal). En algún punto habla de ciertos sectores de la población que no superan, o lo hacen con dificultad, un límite invisible entre el exterior de la ciudad y su centro.
No obstante esto, dice el autor, hay un sentimiento generalizado de apego a la plaza central entre toda la comunidad, pues ésta representa una serie fundamental de “valores urbanos”: “È una questione in parte concettuale e in parte pratica, perché nel paese la piazza è il punto di contatto, in termini concettuali e pratici, tra mondo nazionale e mondo locale, ed e dunque un luogo privilegiato controllato da una minoranza privilegiata. La piazza centrale è una istituzione in sé”.
Quiero hacer un comentario en este punto, que puede parecer demasiado obvio, pero a la vez me parece fundamental. Me refiero al hecho de considerar que el “fenómeno” de la plaza pública es un elemento eminentemente urbano, es decir que es relativo (cuando no fundamental) de un tipo específico de organización civil (“civilizada” dirían algunos). Pienso en esto porque justamente el caso de estudio de Smith es relativo a una sociedad aún dependiente de la tierra y, de hecho, en algún punto habla de un par de asentamientos instituidos por la administración comunal para permitir a las familias campesinas que vivan cerca de sus tierras. El comentario al respecto es que, por un lado, estos lugares carecen de una serie de dinámicas comunitarias que permitan una sociabilidad “sana” (uso este término de manera irresponsable, lo sé, pero espero que se pueda discutir), así como que, en general, la gente prefiere vivir en el territorio urbano aunque esto implique largos traslados a su lugar de trabajo.
A propósito de esto pensaba dos cosas: la primera tiene que ver con las “nuevas periferias” es decir el fenómeno de los barrios dormitorio y las gated communities, que en Italia son un fenómeno relativamente nuevo, de los cuales se ha lamentado la “pérdida” de sentido de “urbanidad” (no sé si es el fraseo más feliz), es decir, la pérdida de la organización colectiva que, en no en pocas ocasiones esté relacionada con la falta de una plaza pública, tanto en sentido material como conceptual. La segunda cosa tiene que ver con ciertas comunidades rurales donde sí hay una plaza pública (el ejemplo concreto que tengo en mi cabeza es la localidad donde crecí, luego les puedo contar varias cosas interesantes al respecto) y por lo tanto un sentido de “urbanidad”. Quiero decir que una comunidad primordialmente agrícola, de todas formas reproduce dinámicas propiamente urbanas, como si la ciudad viviera en el pueblo, naturalmente en sentido abstracto (como dinámicas de convivencia, ese espacio abierto y delimitado del que habla Ortega y Gasset) cuando no material (es decir, que de todos modos hay ausencia de la infraestructura y de la planificación del territorio, así como de la folla que pareciera que dan la clave hoy en día de lo que es una ciudad).
El último texto es un ensayo muy interesante por muchos aspectos, aunque debo confesar que necesitaría releerlo para asir de mejor modo sus propuestas. Se llama “Public Space in a Private Time” de Vito Acconci. Me interesa traer este tema porque meditando sobre el asunto de la plaza inevitablemente sentí la necesidad de meditar también el asunto más general del espacio público y es que, en alguno de los textos que estuve revisando (que quedaron fuera de este reporte) se dice que una plaza no es necesariamente espacio público, pues esto depende de más cosas a parte de su disposición y morfología.
Una primera afirmación que me parece bien interesante es ésta: “The public gathers in two kinds of spaces. The first is a space that is public, a place where the public gathers because it has the right to the place; the second is a space that is made public, a place where the public gathers precisely because it doesn’t have the right – a place made public by force”. Sobre esta línea de pensamiento, Acconci en algún momento hará la distinción entre espacios públicos abiertos y espacios públicos cerrados (whaaaat?!), necesito volver a eso eventualmente. Otra afirmación interesante es que el espacio público es un espacio “delimitado”, lo cual hace evidente que el resto del espacio de una ciudad no es público. Las personas, dice, “poseen la ciudad sólo en cuotas”. “Setting up a public space means setting aside a public space. Public space is a space in the middle of the city but isolated from the rest of the city”. También aquí hay ideas sobre las que necesitaré volver. Voy a comentar solo dos aspectos más de este texto y, probablemente, en la próxima reunión tenga más cosas qué decir al respecto. La primera viene en forma de una larga cita, en donde el autor se refiere al segundo caso que señalaba, ése del espacio que es reclamado a la fuerza por la población:
The space that is made public began as its own opposite. This was a space that was never meant to be public at all: a royal space, a presidential space, or a corporate space. This private and privileged space had inherent in it, from its beginning, the seeds of public space: the fact of its existence provoked desire, its privacy functioned as a taunt to the public that felt left out. Once that space has been taken over by force and made public, it has inherent in it, in turn, the seeds of private place, the seeds of redefined or reinhabited privacy: the public that takes it over is working its way up to the royalty or the presidency or the corporate office. Private space become public when the public wants it; public space becomes private when the public that has it won’t give it up.
Una pregunta que me planteé la última vez fue: ¿hasta qué punto podemos extender la metáfora de la plaza pública? Alguien proponía, según recuerdo, la posibilidad de incluso pensarla a la escala del cuerpo y alguien, creo que Eugenio, justamente sugería que el hospital psiquiátrico nunca va a poder volverse una plaza pública, o algo por el estilo. La pregunta que me queda aquí es si es posible pensar el hospital psiquiátrico, en específico el laboratorio P, como un espacio “tomado” y hecho público de algunas maneras como las que Acconci propone. También acá, muchas cosas quedan por reflexionar.
La última cosa que quiero comentar es lo que Acconci describe sobre las dinámicas del “público” en la plaza pública. En palabras pobres, él dice que, si bien la plaza es un espacio abierto y democrático, también tiene sus propias “normas”. Es a propósito de esto que habla de la gente como público, es decir, como una audiencia que asiste a un acontecimiento. Ahora, por un lado, dice que la plaza en sí, al ser un espacio aparentemente vacío y de libre movimiento, no es per se concentrador y democrático. Dice que cuando no hay un gran acontecimiento que conglomere al público, éste tiende a organizarse en pequeños clusters que son a su vez pequeños grupos con sus propias normas de organización. Para que este cúmulo de personas se configure en un público y pueda haber una verdadera comunidad como la que se le atribuye al fenómeno mismo de la plaza pública, según el autor, es necesario que haya una personalidad (un líder o acontecimiento, etc.) que los conglomere. Es decir, yo leo aquí una reflexión en torno al agente de la convergencia de la comunidad.
Referencias
Acconci, Vito. “Public Space in a Private Time.” Critical Inquiry, vol. 16, núm. 4, 1990, pp. 900–918. JSTOR, www.jstor.org/stable/1343774. Obtenido el 19 de marzo de 2021.
Mccabe, Desmond. “The humours of space and power: the development of the urban square in Europe, 1100-2000” Garden History, vol. 43, 2015, pp. 24–36. JSTOR, www.jstor.org/stable/26589588. Obtenido el 19 de marzo de 2021.
Smith, Gregory O. “Piazza e Periferia. Spazio e Stratificazione Sociale a Celano.” La Ricerca Folklorica, núm. 11, 1985, pp. 93–99. JSTOR, www.jstor.org/stable/1479589. Obtenido el 19 de marzo de 2021.